Entrevista a Monseñor José Luis Azuaje Ayala en el marco de su participación en la segunda fase de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo
De la infalibilidad Papal a la sinodalidad, el papa Francisco es el primero en hacer vida aquello en lo que cree, y está impulsando una “revolución cultural” en la Iglesia Católica al realzar la colegialidad de los obispos y el “caminar juntos” de todo el Pueblo de Dios como el modo propio de vivir y evangelizar de la Iglesia.
La reciente elección de Mons. José Luis Azuaje Ayala como miembro del Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, le convierte en uno de los doce prelados de todo el mundo, cooperadores estables del Papa, que le ayudarán a impulsar los cambios que derivan del Sínodo de la Sinodalidad y a preparar la próxima asamblea sinodal, lo cual incluye la elección de uno o más temas importantes que requieren especial ciencia y prudencia para el bien de toda la Iglesia. En este contexto, Cáritas de Venezuela ha querido conocer directamente de su presidente, quien es también Arzobispo de Maracaibo y primer vicepresidente del CELAM, su pensamiento en torno a lo que ha sido la Asamblea Sinodal de octubre 2024 y los desafíos que deja para la Iglesia.
A continuación, presentamos una transcripción de la entrevista realizada a Monseñor José Luis Azuaje Ayala, donde comparte sus reflexiones como Padre Sinodal en esta XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos:
– ¿Cómo describiría su experiencia como Arzobispo-Pastor de una Arquidiócesis y, a la vez, Padre Sinodal en esta segunda fase del Sínodo?
M.JLA/ “Diría que este Sínodo ha tenido grandes novedades: la participación de laicos, hombres y mujeres, sacerdotes, diáconos, hermanos fraternos, obispos y cardenales, presencia de jóvenes, de expertos en teología de todos los continentes; el trabajo en mesas redondas de 12 participantes, organizados por áreas linguísticas; la aplicación del método de la conversación en el Espíritu que permite una mayor interacción entre los participantes; el priorizar que todos puedan ser escuchados en las Congregaciones Generales; la abundancia de círculos menores donde nos podemos expresar varias veces y no una sóla vez como era anteriormente. Debo destacar la presencia del Papa Francisco en las Congregaciones Generales, atento a la escucha de todos.
Ha sido una experiencia abierta a múltiples aprendizajes, porque cada participante habla desde la concretez cultural de su región y sus experiencias eclesiales, donde se hace presente la unidad en la diversidad. Hay contextos muy diversos al que tenemos en América Latina o en Venezuela, pero nos une la fe y la centralidad en Jesucristo. Cuando uno escucha a un hermano o hermana, inmediatamente piensa en la realidad propia que vive la Iglesia local a la que uno sirve, haciéndose la pregunta de si lo que se está proponiendo enriquece la Iglesia particular que a uno le han encargado. Hay experiencias de dolor, de persecución, de intolerancia religiosa. Se van señalando caminos, pero lo fundamental es la fe en Cristo y la confianza en el Espíritu, que se abre a la participación de todo el Pueblo de Dios”.
– ¿Qué aspectos considera que han sido los más enriquecedores?
M.JLA/ “Una de las grandes riquezas de este sínodo ha sido la escucha, es uno de los principales elementos de la sinodalidad para evitar la autoreferencialidad, el clericalismo o cualquier actitud intransigente; pero no es escuchar a quienes puedan estar de acuerdo con uno, sino a todos como Pueblo de Dios, asumiendo el sensus fidei. Todo esto sintetizado en las tres partes del Instrumento laboris: las relaciones con Dios, con los otros, con la comunidad, con la historia; los itinerarios, principalmente los de iniciación cristiana, la formación, la articulación de los procesos sinodales y el sentido de la toma de decisiones, juntamente con la transparencia y rendición de cuentas. Todo esto lo hemos dialogado y discernido.
Un aspecto de suma importancia es saber que la Iglesia no es monolítica, sino que vive la diversidad y la variedad al estar enraizada en cada región y cultura, en muchos contextos; ella necesita para su desarrollo estar enraizada en un lugar, en culturas diversas y en experiencias humanas y sociales, sabiendo que la Iglesia es servidora de la humanidad”.
– ¿Qué aportes concretos ha llevado la Iglesia venezolana a este proceso sinodal, considerando la realidad particular del país?
M.JLA/ “Nuestra Iglesia en Venezuela hizo su proceso previo de preparación a la segunda fase del Sínodo, que concluyó en un documento breve que fue enviado a la Secretaría del Sínodo, donde se expusieron elementos muy valiosos en el ámbito de la pastoral, como la gran participación del laicado en los procesos pastorales, el dinamismo de una Iglesia joven para los jóvenes, el sentido profético que ha asumido la Iglesia en la situación concreta de injusticia y pobreza que vive el pueblo venezolano, la renovación de los organismos de pastoral para una evangelización más personalizada y llena de motivaciones; las atenciones en la caridad al pueblo pobre desde una dinámica participativa con más de 30.000 voluntarios en el país que sirven a los necesitados; la conformación de una iglesia en salida ante la masiva migración de al menos 8 millones de venezolanos, en su mayoría católicos, que han animado la fe en los países de acogida; ellos, con sus experiencias y talentos le han dado un nuevo sentido a la migración desde la esperanza que no defrauda”.
– ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta la Iglesia en Venezuela y cómo cree que el Sínodo puede contribuir a abordarlos? ¿Qué visión tiene para el futuro de la Iglesia en el país?
M.JLA/ “El gran desafío propuesto a la Iglesia es el mismo en todos los lugares: ¿cómo dar a conocer, vivir y a amar a Jesucristo para que sea el centro de la vida personal y comunitaria?. Por eso este sínodo quiere renovar a la Iglesia para que cada día pueda realizar su labor evangelizadora con el concurso de todos, pero unidos por el bautismo y donde todos sintamos la igualdad en la fe, aunque los servicios puedan ser diversos. De ahí que el tema central del Sínodo es la Iglesia, es decir, un tema eclesiológico por excelencia, puntualizando el “cómo”, porque lo doctrinal lo tenemos, pero el hacer, el servicio, la direccionalidad del mismo, hay que renovarla porque estamos en otra situación cultural y social. La propuesta es cómo hacer que la iglesia, Pueblo de Dios, sea más sinodal y misionera; cómo caminar juntos generando procesos con el consenso de todos y no solo de algunos; cómo ampliar el ámbito del discernimiento y de la toma de decisiones en la Iglesia con el consenso del Pueblo de Dios; cómo hacer para que la mujer tenga una mayor presencia en los ámbitos de autoridad. La sinodalidad no debe dejar nada por revisar y poner al día.
Ciertamente que se están viendo muchas resistencias, hay quienes se sienten amenazados en su autoridad o en su forma de proceder manifestando que si siempre se ha hecho de tal manera, para qué cambiar ahora. Hay que reconocer que se tiene una deuda con las propuestas y la eclesiología del Vaticano II, particularmente con la concepción de Pueblo de Dios y el sensus fidei. En Venezuela quisimos poner al día a la Iglesia en su servicio pastoral, por eso hicimos el Concilio Plenario de Venezuela entre los años 2000 a 2006. Tenemos los documentos aunque hay que actualizarlos; ciertamente nos faltó empuje en el postconcilio. Las propuestas no las asumimos del todo en las Diócesis e instituciones eclesiales, pero nunca es tarde para que se esparza la riqueza de sus contenidos. Considero que se le debe dar más auge y prioridad a las provincias eclesiásticas que a un llamado a nivel nacional, porque la pastoral se debe concretizar en lugares y ambientes reales y específicos, lo demás se diluye en el espacio y el tiempo. Las provincias deben tener sus centros de acción pastoral, sus planes, proyectos y sus responsables. Hay que acercar más las decisiones a quienes éstas pueden afectar”.
– ¿Qué acciones concretas se pueden llevar a cabo para fomentar la participación de los laicos en Venezuela?
M.JLA/ “Yo no hablaría solo de los laicos, sino de todos los miembros del Pueblo de Dios, donde estamos los obispos también. Lo primero es abrir la mente y el corazón a la novedad sinodal, es decir, a seguir aprendiendo a caminar juntos; luego está asumir la metodología sinodal de organizar nuestras Diócesis, parroquias y movimientos en una total actitud de escucha y de discernimiento con la mayor participación de pueblo, porque Dios habla en los humildes. Hay que revisar y renovar los consejos parroquiales y diocesanos para ponerlos a tono con los elementos sinodales; habría que organizar asambleas diocesanas y provinciales sobre los resultados del Sínodo, particularmente cuando sean promulgados los documentos; incentivar la participación de las mujeres y los jóvenes en las dinámicas pastorales, desde la programación hasta la toma de decisiones; ampliar la visión del lugar más allá de los límites geográficos e ir a una red de relaciones y al intercambio de dones; valorar y promover la evangelización digital y a través de las nuevas tecnologías. Claro está, todo esto necesita un permanente proceso de conversión, apertura de horizontes y decisión firme de entrar en la novedad del Espíritu”.
– ¿Cómo cree que el Sínodo puede impulsar una Iglesia más en salida, especialmente en contextos como el venezolano, marcados por situaciones humanitarias complejas y sociales?
M.JLA/ “El Sínodo tiene una particularida: que está animado por la fuerza que brota de la misión; es decir, hacer de la Iglesia cada vez más misionera, que no se detenga en sí misma, sino que sea un instrumento válido para la misión. Habría que valorar cada vez más el mundo de relaciones que existe en la Iglesia que peregrina en Venezuela, tenemos una Iglesia bien organizada, con mucho dinamismo laical y juvenil, con vigorosos movimientos de apostolado y un proyecto global evangelizador. Por ejemplo, en el área de la Caridad, ya todas las Diócesis tienen organizada su pastoral Social-Caritas con más de 30.000 voluntarios, pero también hay que decir que los organismos y movimientos eclesiales tienen su ámbito de la caridad, lo que da una garantía de testimonio de la misericordia de Dios a través de la organización de la iglesia.
La Iglesia por excelencia es misionera. Esto implica superar una mentalidad sacramental, para entrar en otra evangelizadora, donde la Palabra de Dios esté presente en todos los momentos para iluminar y hacer vivir discipularmente en Evangelio, lo que implica una formación integral que vaya más allá de una comprensión básica de ser cristiano a una más comprometedora y evangelizadora. La vida sacramental solo se entenderá desde una óptica de relación con Dios y con la misión de la Iglesia”.
– ¿Qué cambios cree que pueden producirse a partir del sínodo en relación a nuevos ministerios para la mujer que le permitan una participación más amplia en la acción evangelizadora y en la toma de decisiones de la Iglesia institucional?
M.JLA/ “El tema de la participación de la mujer siempre ha estado presente en el Sínodo. Es más, ha habido una buena presencia de mujeres en la sala sinodal. Se reconoce su papel en la misión evangelizadora y formativa, además su servicio en la familia y las instituciones; sus luchas en el mundo social y de la pobreza; son forjadoras de nuevos caminos para la paz. El Instrumento Laboris habla de la “participación efectiva de las mujeres en los procesos de elaboración y de toma de decisiones”; es decir, se abre ahora un nuevo panorama de responsabilidad eclesial para la mujer”.
– ¿Qué papel juegan los jóvenes en el proceso sinodal en Venezuela? ¿Qué mensajes les dirigiría a ellos?
M.JLA/ “Debo recordar que los jóvenes tuvieron un sínodo del cual emana un bello documento postsinodal del Papa Francisco: “Chritus vivit”, donde se exponen una serie de reflexiones que orientan e iluminan la labor de los jóvenes en la vida de la Iglesia. Personalmente diría que sin los jóvenes la Iglesia se estanca, no avanza. Ellos son el presente y el horizonte de esperanza para la obra evangelizadora de la Iglesia. A ellos hay que escucharlos. Hay que discernir desde la novedad que aportan a la Iglesia, en algunos momentos desde su presencialidad, así como desde el ámbito digital asumiendo que nos encontramos en una nueva realidad social y antropológica.
Los jóvenes refrescan a la Iglesia desde la novedad de sus propuestas, así como desde la dedicación evangelizadora con otro lenguaje, no tradicional, sino más del mundo de la imagen y de nuevas formas de expresión, donde la riqueza del corazón y de la mente se hacen presentes. Evangelizan con nuevos códigos y nuevos lenguajes, pero también hacen cuestionamientos que activan la vitalidad de la Iglesia en su propuesta evangelizadora”.
La inclusión de Monseñor Azuaje en el importante Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo, refleja su destacada trayectoria y su compromiso con la labor evangelizadora y pastoral en Venezuela y en Latinoamérica.
Como líder eclesiástico y humanitario, Monseñor Azuaje demuestra un profundo compromiso con la defensa de los derechos humanos, la promoción de la dignidad de las personas más vulnerables y la construcción de una sociedad justa y solidaria.
Para finalizar hacemos eco de lo expresado por el Papa Francisco a los entonces miembros del Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos al cumplirse exactamente tres meses de su elección como Sumo Pontífice: “Estoy seguro de que, con el discernimiento acompañado por la oración, este trabajo dará abundantes frutos para toda la Iglesia, que, fiel al Señor, desea anunciar con ánimo renovado a Jesucristo a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo. Él es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6) para todos y para cada uno”.
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