El Papa Francisco comienza su mensaje de la Jornada Mundial de los Pobres recreando la siguiente escena: «una mujer entró con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy valioso y lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Ese gesto suscitó gran asombro” porque el perfume costaba el equivalente al salario de todo un año para un obrero. Algunos, como Judas Iscariote, pensaron que “habría sido mejor venderlo y dar lo recaudado a los pobres”.

Pero Jesús, por el contrario, defiende el gesto de la mujer exclamando: “¡Déjenla! ¿Por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo”»